Bertrand Rocher

Bertrand Rocher

Mirova**

Marc Briand

Marc Briand

Mirova

«Greenium» es la contracción de «green premium» (prima verde). Hace alusión a la diferencia entre la rentabilidad de un «bono verde» – los ingresos devueltos u obtenidos por una inversión – y la rentabilidad de un bono convencional (no verde) de un emisor similar.

Esto implica unos menores costes de endeudamiento para los emisores de los bonos verdes y unos mayores costes para los inversores. Básicamente, se trata de la manera en la que se evalúa el «precio» en el mercado de los bonos verdes.

Es posible que el «greenium» haya pasado a ser objeto de debate a raíz de la creciente popularidad de las inversiones ESG a nivel general en los últimos cinco años1.

Muchos inversores quieren tener un impacto positivo en cuanto a los factores medioambientales, en especial en la lucha contra el cambio climático1, y, en una búsqueda de integridad, una serie de fondos se han ido convirtiendo en etiquetas verdes. La renta variable ha sido hasta ahora la pionera en esta revolución, pero últimamente también ha habido un aumento de la demanda de bonos verdes2.

Hay quien ha observado que el aumento de los mandatos para la emisión exclusiva de bonos verdes ha supuesto que un número cada vez mayor de inversores se hayan convertido en compradores forzados de un número reducido de operaciones, lo cual ha hecho subir los precios independientemente de las características financieras de la oferta.

Sin embargo, otros aseguran que el greenium está justificado en algunos casos, ya que la etiqueta verde puede ser un indicativo de una buena gestión, una mayor divulgación y una estrategia comercial clara y a largo plazo por parte de un emisor; esencialmente, la G de ESG (medioambiental, social y de gobernanza). Y si esto es lo que un inversor busca en el fondo con su inversión verde, tiene sentido pagar esta prima.

En cualquier caso, la brecha entre lo que los inversores están dispuestos a pagar por los bonos verdes en comparación con los bonos más tradicionales se ha reducido. En Europa, que cuenta con el mercado de bonos verdes más desarrollado, el greenium ha disminuido pasando de más de 9 puntos básicos en 2020 a entre 1 y 2 puntos básicos en 20223.
El retorno de la inflación, los altos precios de las materias primas y unas tasas de interés elevadas ha hecho que los emisores de bonos tanto verdes como convencionales hayan reducido hasta cierto punto su actividad este año4.

Hay estudios que sugieren que el actual entorno reacio al riesgo que ha propiciado un diferencial de rendimiento más amplio —el «credit spread» o la diferencia entre el rendimiento de dos instrumentos de deuda diferentes con el mismo vencimiento pero con diferentes calificaciones de crédito— debería beneficiar a los bonos verdes, que normalmente son más sólidos que los bonos convencionales en estas condiciones5.

Estos equiparan esta evaluación positiva al perfil más defensivo que muestra el universo de los bonos verdes, sus populares características de «impacto» —gracias a la financiación de proyectos que contribuyen positivamente a la transición medioambiental y energética, como el desarrollo y el almacenamiento de energías renovables— y también su base de inversores, que se cree que tiene un horizonte de inversión más largo.

Al escalarse en función del sector emisor, los estudios aseguran que el «greenium» tiende a ser más bajo en aquellos sectores en los que es esperable que los bonos convencionales sean una minoría y sean sustituidos por bonos verdes5. Estos sectores incluyen los servicios públicos y las finanzas.

El sector de los servicios públicos opera en el núcleo de la transición energética y medioambiental y, por motivos estructurales, emite un gran número de bonos verdes. Las finanzas, por otro lado, tienen grandes necesidades de captación de fondos, incluyendo la financiación de muchos activos verdes, a menudo bienes inmobiliarios.

Los sectores cíclicos mostraron sin embargo un greenium más alto: el sector de los bienes de consumo, por ejemplo, se encuentra todavía en una etapa muy temprana del mercado de los bonos verdes. Por su parte, los fabricantes de coches y sus proveedores los emiten de forma recurrente para financiar la fabricación de vehículos más limpios.

Sin embargo, ha sido en los bonos vinculados a la sostenibilidad (SLB) donde se ha presenciado el mayor crecimiento en el volumen de emisión en los últimos años5, y donde hay más potencial de competencia con los bonos verdes.
El uso de los ingresos de las inversiones en bonos verdes puede estar vinculado a proyectos medioambientales, por ejemplo, a la construcción de instalaciones de energía renovable. En el caso de un SLB, el pago del cupón en sí está realmente vinculado al rendimiento del emisor en cuanto a la sostenibilidad como, por ejemplo, unas menores emisiones de gases de efecto invernadero.

El emisor de un SLB puede, por lo tanto, utilizar los ingresos para fines generales y no está obligado a llevar a cabo un seguimiento de los proyectos financiados con la emisión. Esta flexibilidad de la que disfruta el emisor —ya que tiene la libertad de elegir cómo va alcanzar sus objetivos de sostenibilidad— hace que los SLB resulten muy atractivos. Después de todo, cualquier empresa puede emitir un SLB, mientras que este no es el caso con los bonos verdes.

Los sectores que emitan grandes cantidades de SLB en relación con los bonos verdes van a hacer que se amplíe el greenium. Entre los ejemplos se incluyen el sector industrial, con la excepción de la industria automovilística, y el de los bienes de consumo, así como el farmacéutico y el tecnológico. Por el contrario, las normativas actuales estipulan que el sector financiero —y los bancos en particular— no pueden emitir SLB.

En resumen, la popularización de los SLB podría ralentizar el crecimiento del mercado de bonos verdes, impidiendo la reducción del «greenium» en algunos sectores.
La aparición de las SLB como competencia a los bonos verdes, un entorno de tasas de interés positivas y la actualización de las calificaciones crediticias —incluyendo una rebaja de las mismas— de los índices y el universo de los bonos en general pueden llegar a ser factores contribuyentes que catalicen el «greenium» durante los próximos meses.

Además, el renovado interés en la lucha contra el «ecoblanqueo» —en Europa, el SFDR entró en vigor el año pasado, mientras que la SEC ha propuesto unas normas similares en los EE. UU.— y una supervisión más estricta por parte de los reguladores, puede dar lugar a un fortalecimiento del «greenium» en el caso de ciertos emisores.

Convicción verde para su asignación de renta fija.

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