Si tenemos en cuenta las olas de calor históricas que han afectado a toda Europa durante el verano de 2022, los objetivos del Acuerdo de París de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y limitar el aumento de la temperatura global a 2 °C por encima de los niveles preindustriales parecen más cruciales que nunca.

La invasión de Ucrania por parte de Rusia también ha servido de llamada de atención en cuanto a los suministros de energía europeos y ha puesto de relieve la importancia de acabar con nuestra dependencia de los combustibles fósiles.

Apoyar la transición energética a un mundo con bajas emisiones de carbono se ha convertido en una prioridad para los gobiernos y las empresas de todo el mundo. Las estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) apuntan a que es necesaria una inversión anual global de 4 billones de USD en energías limpias para alcanzar un nivel de cero emisiones netas de aquí a 20301.

Con el punto de mira puesto en la financiación sostenible para proporcionar soluciones que aceleren la transición energética, los bonos verdes se han revelado como un tipo de inversión que puede ayudar a financiar una transformación radical del mix energético.

Los bonos verdes son posiblemente uno de los mejores vehículos de renta fija disponibles para acelerar la transición a unas bajas emisiones de carbono. Son similares a los bonos convencionales del mercado en que el emisor de un bono verde devuelve el principal y el interés (cupón) al prestamista en un periodo de tiempo establecido.

La diferencia está en que los ingresos de la emisión de bonos verdes se destinan a la financiación de proyectos que contribuyan de manera positiva a la transición ambiental y energética. Esto incluye el desarrollo del transporte de carbono cero, la renovación energética de viviendas y edificios públicos o comerciales privados, o la producción y el almacenamiento de energías renovables.

Los bonos verdes son emitidos por una amplia variedad de organismos públicos y privados, como gobiernos, corporaciones, instituciones intergubernamentales, instituciones financieras y agencias de desarrollo. El Banco Europeo de Inversiones y el Banco Mundial fueron pioneros en la emisión de los primeros bonos verdes; el BEI emitió el Bono de Conciencia Climática en 20072 y el Banco Mundial emitió su primer bono verde en 20083.

La emisión de bonos verdes corporativos no tardó en popularizarse, pasando de 27 000 millones de USD en 2014 a más de 34 000 millones de USD en 20164 . De hecho, 2016 fue el año en el que Apple emitió el mayor bono verde corporativo en USD de la historia —1500 millones de dólares—, algo que cogió por sorpresa a muchos analistas1. Esto supuso un verdadero hito para el sector de los bonos verdes.

Uno de los proyectos que financió fue un sistema robótico para desmontar iPhones desechados y recuperar materiales reciclables, como la plata y el tungsteno. Apple tenía como objetivo contribuir a la transición energética investigando materiales más sostenibles para sus productos y reciclando dispositivos antiguos. Un año después, Apple emitió un segundo bono verde por valor de 1000 millones de USD.
Las empresas que emiten bonos verdes los ven como una gran oportunidad para recaudar fondos que pueden transformar una infraestructura energética antigua e ineficiente en prácticas eficientes y respetuosas con el medio ambiente. En el caso de los inversores, les permiten ser una parte interesada en el proceso a cambio de asumir el riesgo de pérdida del capital.

Obviamente, la invasión rusa de Ucrania en febrero y la posterior crisis energética europea, junto con la subida de las tasas de interés y el clima de alta volatilidad, han dado lugar a una reducción de la emisión de bonos en general en 2022. Según la Iniciativa de Bonos Climáticos, el valor de los nuevos instrumentos de deuda verde para el primer semestre del año ascendió a 218 100 millones de USD, una caída del 21 % en comparación con la cifra récord de 277 500 millones de dólares en el primer semestre de 20215.

Sin embargo, aunque en el primer trimestre de 2022 se registraron los volúmenes más bajos desde el cuarto trimestre de 2020, la emisión de bonos verdes creció en el segundo trimestre, con el lanzamiento de nuevos bonos por un total de 121 300 millones de USD, un aumento del 25 % en un trimestre5. En última instancia, la emisión acumulada de temática verde se aproximó a la significativa cifra de 2 billones de USD, llegando a algo menos de 1,9 billones de USD5.

Como los bonos verdes tienen un alto grado de transparencia, los inversores pueden, hasta cierto punto, cuantificar los beneficios de invertir en ellos utilizando cifras accesibles (reducción del dióxido de carbono, por ejemplo, o gigavatios-hora de energía limpia producidos). Esto hace sin duda que los bonos verdes sean más trazables que los bonos tradicionales.

Puede que aún estemos muy lejos de contar con unos estándares acordados que permitan comparar los bonos verdes entre diferentes sectores y emisores. Sin embargo, las mejoras en la comunicación y la transparencia, la aparición de más fuentes de datos y la estandarización de las metodologías de medición sin duda darán lugar a un progreso sustancial en este campo durante los próximos años.

En última instancia, el emisor es el responsable de asegurar unos criterios claros para determinar si un proyecto es adecuado para recibir financiación, así como una sólida trazabilidad en torno al uso de los ingresos.
No, no todos los bonos verdes son iguales; a veces puede haber cierta confusión en cuanto al tono verde en concreto de un bono. Los bonos verdes, por definición, tienen un impacto medioambiental positivo. Los bonos «sociales», que se incluyen a menudo dentro de los bonos verdes, tienen objetivos de tipo comunitario, como la vivienda asequible. Por su parte, los bonos «sostenibles» ofrecen beneficios tanto sociales como medioambientales.

Los Principios para los Bonos Verdes de la Asociación Internacional del Mercado de Capitales ofrecen una serie de directrices a los emisores de bonos verdes, así como a los inversores que busquen información para evaluar el impacto ambiental de sus inversiones. Pero verificar el «grado de verde» no es una ciencia exacta: no todos los emisores de bonos verdes se comprometen a proporcionar informes anuales con cifras de impacto cuantitativas, por ejemplo.

Por eso es importante ser precavidos. Afortunadamente, algunos gestores de activos son más selectivos que otros. Aunque algunos llevan a cabo un análisis mínimo, otros consideran que el impacto medioambiental de un proyecto de bonos verdes también debe ser lo suficientemente claro y ambicioso como para garantizar que es posible realizar progresos significativos para la consecución del objetivo establecido.

Obviamente, es importante prestar mucha atención al nivel de detalle y transparencia de los informes de impacto proporcionados en cada proyecto, ya que esto servirá en gran medida para aplacar los temores de los inversores de que se está llevando a cabo un intento de «ecoblanqueo», es decir, de crear una falsa impresión o proporcionar información engañosa sobre cómo los productos de una empresa son respetuosos con el medio ambiente.

En resumen, el rápido crecimiento de los bonos verdes demuestra que los inversores están aprovechando la oportunidad para impulsar la transición energética. Pero también se están volviendo más cautelosos y exigentes, a medida que aprenden a detectar los signos de «ecoblanqueo». Esto va a ser cada vez más importante a medida que el mercado siga madurando y diversificándose a través de nuevos emisores, calificaciones, países y sectores.

Convicción verde para su asignación de renta fija.

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GLOSARIO
  • Renta fija: Una clase de activos que paga un nivel determinado de flujos de efectivo a los inversores, generalmente en forma de intereses o dividendos fijos, hasta la fecha de vencimiento de la inversión —la fecha acordada en la que termina la inversión—, lo que a menudo lleva al reembolso del bono o su renovación. En el momento del vencimiento, se les devuelve a los inversores la cantidad principal que habían invertido, además de los intereses que hayan recibido. Entre las inversiones de renta fija típicas, se incluyen los bonos del gobierno, los bonos corporativos y, cada vez más en los últimos años, los bonos verdes.
  • Emisión: El término «mercado de bonos» describe en un sentido amplio un mercado donde los inversores compran valores de deuda que son llevados al mercado, o «emitidos», bien por organismos gubernamentales, o bien por corporaciones. Los gobiernos suelen «emitir» bonos para recaudar capital con el fin de pagar deudas o financiar mejoras en las infraestructuras. Las empresas «emiten» bonos para recaudar el capital necesario para mantener sus operaciones, hacer crecer sus líneas de productos o abrir nuevas ubicaciones.
  • Cero neto: Un concepto que intenta describir el equilibrio de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para que la suma de todos los GEI emitidos por las actividades humanas sea cero. El punto en el que alcancemos el «cero neto» será el punto en el que cualquier emisión residual de GEI se compense con tecnologías que los eliminen de la atmósfera.
  • Rendimiento: Una medida de la rentabilidad de los ingresos obtenidos de una inversión. En el caso de una acción, el rendimiento es el pago anual de dividendos expresado como porcentaje del precio de mercado de la acción. En el caso de los bonos, el rendimiento es el interés anual como porcentaje del precio de mercado actual.