Como es natural, la mayor quiebra bancaria desde la crisis financiera global de 2008 ha despertado los temores entre los inversores, ahorradores, reguladores y la comunidad financiera en general: ¿el colapso del Silicon Valley Bank (SVB) es un incidente aislado o el primer episodio de algo aún peor?

Pocos vieron venir la quiebra del SVB. Sin embargo, en tan solo 48 horas, un numeroso grupo de startups con miles de millones de dólares depositados en el SVB temían haber perdido sus fondos. Esto obligó a intervenir a los reguladores estadounidenses y a poner en marcha una operación de rescate en el Reino Unido que se saldó con la compra de las operaciones locales del SVB – uno de los principales proveedores de crédito para las startups tecnológicas de Gran Bretaña – por parte del HSBC en un acuerdo de ultima hora por la cantidad de 1 libra esterlina (o 1,21 dólares)1.

Se trataba de la mayor entidad de crédito estadounidense en caer desde el colapso de la Washington Mutual a raíz de la quiebra de Lehman Brothers en 2008. Los temores de que se tratase de un problema sistémico a mayor escala se vieron agravados por la noticia de que, la semana anterior, también habían quebrado el Signature Bank – una entidad de crédito neoyorquina orientada al mercado inmobiliario – y Sivergate – un proveedor de servicios de criptomonedas con sede en California.

Además, mientras el SVB y el Signature Bank quedaban bajo el control de los reguladores, el First Republic Bank, con sede en San Francisco, sufrió una caída del 70 % en el valor de sus acciones antes de que se interrumpiese la cotización.

Todas estas circunstancias desataron los temores acerca de cómo se iban a ver afectadas el resto de las entidades, lo que llevó al presidente de los Estados Unidos Joe Biden a hacer un llamamiento a la calma en el que aseguró que el gobierno haría «cualquier cosa que fuese necesaria» para proteger los bancos2.

El Silicon Valley Bank fue fundado en 1982 por los banqueros de Wells Fargo Roger Smith y Bill Biggerstaff, junto con el profesor de Stanford Bob Medearis. Como su nombre indica, el banco era uno de los principales proveedores de crédito para el sector tecnológico, incluyendo startups, capital riesgo y empresas de biotecnología: proporcionaba financiación a casi la mitad de las startups respaldadas por el capital riesgo de los Estados Unidos.

Los depósitos del SVB pasaron de los 60 000 millones de dólares en 2019 a los 189 000 millones de dólares en 20223, aprovechando unos tipos de interés históricamente bajos, el boom de las criptomonedas y las tecnológicas, y el deseo del capital riesgo de invertir en diferentes oportunidades de crecimiento. De hecho, el banco contaba con más de 200 000 millones de dólares en activos y 175 000 millones de dólares en depósitos en el momento de la quiebra4.

El SVB invirtió una parte importante de estos depósitos en bonos a largo plazo. Cuando la Reserva Federal (la Fed) – el banco central de los Estados Unidos – empezó a subir los tipos de interés en 2022 para contener la inflación, el valor de esta cartera de bonos se redujo drásticamente al mismo tiempo que los nuevos depósitos se fueron volviendo más escasos, debido a que el cambio en la tendencia de los tipos de interés también afectaba a la base de clientes del SVB.

Posteriormente, el SVB anunció una restructuración financiera inesperada que implicaba una oferta de 2250 millones de dólares en acciones (comunes y preferentes) y la venta de 21 000 millones de dólares en títulos disponibles para la venta, incurriendo en una pérdida de 1800 millones de dólares5.

Esta venta, que tenía como objetivo reposicionar su balance de activos de cara a un entorno con unos tipos de interés más altos durante un periodo más prolongado y reforzar sus márgenes de interés netos y su rentabilidad, acabó espantando a los inversores y dio lugar a una retirada masiva de depósitos que no se pudo cubrir: los clientes intentaron sacar del banco la friolera de 42 000 millones de dólares en un solo día6.
La posible crisis bancaria que habría podido derivarse de la quiebra del SVB se ha evitado en gran medida gracias a la claridad del mensaje enviado por el gobierno de los Estados Unidos – la Fed, la Corporación Federal de Seguro de Depósitos y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, que aseguró que todos los titulares de depósitos del SVB quedarían totalmente protegidos y podrían acceder a todos su fondos.

La Fed ha creado un nuevo programa llamado Bank Term Funding Program (BTFP) con el fin de ofrecer préstamos de hasta un año a los bancos. El programa está respaldado por el dinero del Fondo de Estabilización Cambiaria del Tesoro, que asciende a un total de 25 000 millones de dólares, una cantidad lo suficientemente elevada como para cubrir todos los depósitos no asegurados de los bancos de Estados Unidos. Además, las entidades podrán obtener préstamos en la Fed aportando como garantía valores del tesoro a su valor nominal, en vez de a su valor de mercado, lo que reduce enormemente la necesidad de liquidar bonos para hacer frente a retiradas de capital inesperadas.

Estas medidas deberían bastar para contener los riesgos, pero, si los temores de los inversores se agravan, siempre existe la posibilidad de que el contagio se convierta en una profecía autocumplida. Este es el motivo por el cual el gobierno de los Estados Unidos ha sido tan explícito en su apoyo a los titulares de depósitos: establecer este precedente ayuda a restablecer la confianza en el sistema bancario.

Además, el riesgo de contagio a otras partes del sector bancario es relativamente bajo: no solo existen más mecanismos de protección desde la crisis financiera de 2008, sino que muchos de los factores determinantes en el caso del SVB eran idiosincráticos.
Aunque los riesgos sistémicos a corto plazo parecen haberse evitado, el sector bancario en general no es inmune a los efectos de las subidas de los tipos de interés, especialmente si tenemos en cuenta que este se encontraba a finales de 2022 ante 620 000 millones de dólares en pérdidas no realizadas, lo cual afecta a su capacidad general para hacer frente a futuras necesidades de liquidez7.

Por otra parte, es muy probable que esto acabe afectando a las startups y los proyectos incipientes dentro del sector de la tecnología y la biotecnología. Muchos de ellos dependían del SVB para cubrir sus necesidades en cuanto a depósitos y fondos. A largo plazo, esto podría traducirse en una ralentización de la innovación, al haber menos financiación disponible.

A un nivel más general, las tensiones originadas por la caída del SVB podrían influir en la Fed y hacer que se replantee el tamaño y el ritmo de las recientes subidas de los tipos de interés.
GLOSARIO
  • Bono: el término «mercado de bonos» describe en un sentido amplio un mercado donde los inversores compran valores de deuda que son llevados al mercado, o «emitidos», bien por organismos gubernamentales, o bien por corporaciones. Los gobiernos suelen «emitir» bonos para recaudar capital con el fin de pagar deudas o financiar mejoras en las infraestructuras. Las empresas «emiten» bonos para recaudar el capital necesario para mantener sus operaciones, hacer crecer sus líneas de productos o abrir nuevas ubicaciones.
  • Duración: una medida de la sensibilidad de un bono a los cambios de los tipos de interés. Su monitorización permite a los inversores gestionar el riesgo de los tipos de interés en sus carteras.
  • FDIC: La Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC) es una agencia independiente creada por el Congreso de los Estados Unidos para garantizar la estabilidad y la confianza general en el sistema financiero del país. La FDIC asegura los depósitos, examina y supervisa a las instituciones financieras para cerciorarse de su seguridad, solidez y protección al consumidor, y lleva a cabo la resolución de instituciones financieras grandes y complejas en caso de quiebra. Fue creada por la Ley Bancaria de 1933, aprobada durante la Gran Depresión para restablecer la confianza en el sistema bancario estadounidense.
  • Valores a corto/largo plazo: los valores de renta fija ofrecen a los inversores un flujo de ingresos procedentes de los pagos de intereses fijos periódicos y un retorno del capital a su vencimiento. El Tesoro de los Estados Unidos garantiza los valores de renta fija del gobierno, lo que los convierte en inversiones de muy bajo riesgo, pero también con una rentabilidad relativamente baja. Los valores de renta fija a corto plazo incluyen las letras del Tesoro, que vencen en un año a partir de su emisión, mientras que los valores a largo plazo incluyen el bono del Tesoro (T-bond), que vence a los 30 años.
  • Volatilidad: la volatilidad es el ritmo al cual el precio de un activo en concreto sube o baja durante un periodo determinado. Una mayor volatilidad en el precio de las acciones a menudo supone un mayor riesgo.
  • Rendimiento: una medida de la rentabilidad de los ingresos obtenidos de una inversión. En el caso de una acción, el rendimiento es el pago anual de dividendos expresado como porcentaje del precio de mercado de la acción. En el caso de los bonos, el rendimiento es el interés anual como porcentaje del precio de mercado actual